Los peruanos hemos empezado ayer, de manera oficial, a educarnos en puntualidad. Es decir: a no perder el tiempo y no hacérselo perder a los demás.
Lo que tiene que acompañar a este manejo del tiempo (en singular) es el manejo de los tiempos (en plural), que no es lo mismo y que tiene que ver, fundamentalmente, con lo que el presidente Alan García llamó, en su discurso, “orden mental”, en alusión sencilla y directa al arte de saber llevar una agenda personal y laboral, una tabla de prioridades e inclusive un proyecto de vida con sus cortos, medianos y largos plazos.
“Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir”, decía García, al recordarnos la necesidad de tomar en cuenta ciertos espacios y ritmos en la vida de las personas y las instituciones. “Hay que saber llegar a tiempo e irse también a tiempo”, añadía, solemne, en un llamado a favor del respeto por los derechos de los demás.
Bueno, pues. Palabras más, palabras menos, del presidente García, del alcalde de Lima Luis Castañeda, del primer ministro Jorge del Castillo y del secretario técnico del Acuerdo Nacional Max Hernández, lo cierto es que una mayoría de peruanos debemos manejar mejor que nunca, desde hoy, el supuesto de que tenemos que ser realmente puntuales.
El problema es que si bien hay un compromiso extenso a favor de una respetuosa fidelidad a las agujas del reloj, ocurre una cosa distinta con las hojas del calendario, principalmente con el calendario político del 2007, donde no parecen respetarse los tiempos, como deberían en verdad respetarse.
Es el caso del Congreso y su agenda electoral interna sobreadelantada, cuando los resultados de siete meses de legislatura todavía no son redondos y cuando los cinco que faltan pueden traernos sabe Dios qué sorpresas no agradables. “Hay un tiempo para trabajar y otro tiempo para candidatear”, podría decir García. En efecto, si este ha tomado las banderas de la puntualidad, Mercedes Cabanillas, la titular del Congreso, debería tomar las del férreo manejo de los tiempos, en un Estado que necesita ser más ordenado, moderno y eficiente, comenzando por sus principales poderes.
A la hora de García debería seguirle, pues, el calendario calmado, productivo y racional del Congreso. De otro modo, vamos a tener cinco meses próximos de campaña electoral interna atroz, con todas las pujas y repujas del Apra, incluido el fantasma redivivo de Agustín Mantilla pasando facturas de bando en bando, los ácidos reclamos de Unidad Nacional por mayores y mejores espacios legislativos y los berrinches siempre apasionados de los nacionalistas.
Aprendamos, pues, a ser puntuales, pero también a rebajar las dosis de ansiedad que suele imponer el paso del tiempo en el calendario político, que no siempre perdona las virtudes de la serenidad y la espera.
Fuente: El Comercio – OPINIÓN
Fecha: Viernes 02 de marzo de 2007