Nos preocupamos porque el Acuerdo Nacional nos sirva de algo. ¿Pero quién hace algo por el Acuerdo Nacional y su operatividad?
Su secretario general, el prestigioso psicoanalista Max Hernández, suele abrirle las puertas y convocar a sus miembros. Solo que él no puede ser abandonado a la suerte de campanero y sacristán, cuando lo que debe tener, de la mano del propio acuerdo, es un conjunto de poderes vinculantes para hacer prácticos y efectivos los consensos logrados.
Ahora que el Acuerdo Nacional reunirá a todas las fuerzas políticas y sociales del país para escuchar la sustentación de la demanda peruana ante La Haya en el diferendo con Chile y consiguientemente suscribir el respaldo que ella necesita, no debería desaprovecharse la oportunidad para mejorarlo.
Y no hay manera más pragmática de hacerlo que dotándolo de mecanismos, en principio básicos, de poder vinculante. Es decir, que algunas cosas que se acuerden en el foro nacional sean vistas, por ejemplo, directamente en el plenario del Congreso o en el Consejo de Ministros con fines de aprobación legislativa o gubernamental. Habrá sin duda otros acuerdos en el mismo foro que requerirían el cumplimiento casi automático por parte de los sectores empresariales y sindicales para no vivir esperándolo todo de una ley general del trabajo que parece haber perdido la brújula expeditiva en el Congreso.
El Acuerdo Nacional tiene que ser un cuerpo más vivo y activo, íntimamente conectado con el espíritu y el tejido muscular y epidérmico del país. En cierta forma la nación que deberíamos intentar construir cada día. Si lo que falta a la forma y al contenido que ya tiene, es la voluntad política concertada de hacer vinculantes sus decisiones de consenso, ¡materialicémosla sin pérdida de tiempo!
Posiblemente nada impedirá que el tema de la demanda ante La Haya tenga el pleno respaldo del Acuerdo Nacional. Pero sería preferible que este respaldo viniese acompañado, por la oportunidad propicia que se presenta, de un cambio sustantivo en este foro, que debería estar expresado en el poder de cumplimiento de sus resoluciones.
Cualquiera que sea el cambio que se opere en el Acuerdo Nacional, su secretario general, en este caso Max Hernández, tendría también que asumir un nuevo estatus: el de autoridad plena para dar fuerza de movilidad y sentido de futuro a las políticas de Estado.
¿Quién se atreverá a lanzar la iniciativa de cambio al interior del AN para a su vez encargarse de remar contra la corriente? ¿Será el propio Hernández?
Fuente: El Comercio
Fecha: Martes 8 de enero de 2008