El presidente de la Confiep planteó un mayor nivel de concertación, de modo que, a partir del Acuerdo Nacional , nos posibilite pensar en nuestro progreso en el mediano y largo plazos, lo cual se expresaría en un plan para los próximos veinte años. Un elemento fundamental en las afirmaciones de José Miguel Morales Dasso es que, al hablar de un plan de desarrollo, deja de lado aquel extremismo ideológico neoliberal que impactó a sectores intelectuales, empresariales y tecnocráticos de nuestro país desde 1990, después de la prédica del Fredemo y de la posterior conversión de Fujimori al neoliberalismo.
Así, de manera clara y explícita, el más importante representante del empresariado nacional acepta la planificación como algo adecuado. Es necesario recordar que en la década pasada se destruyó el INP (Instituto Nacional de Planificación), fundado durante el gobierno de facto de 1962-1963 y puesto en funcionamiento durante el primer gobierno del arquitecto Fernando Belaunde.
Ingresamos entonces a un consenso en el cual el pragmatismo se impone a los exagerados purismos ideológicos, que durante casi toda la década pasada frenaron valiosas posibilidades de desarrollo. Es entonces muy importante que, como parte de las necesarias transformaciones del Estado, avancemos en la creación de una entidad que reemplace al INP.
A nuestro juicio, existe otro asunto que resulta vital: el presidente de la Confiep afirmó que no obstante vivir 45 meses de crecimiento económico, ese acontecimiento, a todas luces fundamental para nuestro desarrollo, no ha sido destacado por la gran mayoría de los medios de comunicación. Por nuestro lado, podemos añadir que una parte de ellos se han dedicado a promover, a veces de modo artificial, el ruido político, debido a que algunos de esos medios los dirigen simpatizantes de la pasada dictadura.
Hay que tener muy claro que una cosa son los hechos: crecimiento económico, baja del riesgo país, incremento de las exportaciones y del turismo, elevadas sumas en las reservas internacionales; y otra muy diferente las sesudas discusiones respecto a las telenovelescas acciones de los testigos de una supuesta falsificación de firmas, o los problemas de tal o cual sobrino del Presidente.
Los dirigentes del país se deben centrar en los hechos, con la finalidad de beneficiar al pueblo del Perú, y no obsesionarse en las cuestiones menudas que llenan las primeras planas, pero que serán olvidadas por la historia. Un estadista prefiere a la musa Clío, antes que a las obsesivas encuestas de opinión.
Fuente: El Peruano – OPINIÓN
Fecha: Domingo 10 de Abril de 2005