En febrero del próximo año la agenda pública del país debe estar absorbida por las elecciones de abril. De manera que resulta obvio que el gobierno de Alejandro Toledo ya ha entrado en su año postrero. Mejor dicho, el gobierno de Toledo y de la oposición, porque el balance de este quinquenio, como el de cualquier otro período de gobierno, tiene que abarcar tanto al Ejecutivo como al Parlamento.
Poco de nuevo cabe esperar en un año postrero. Ahora, ni siquiera los nubarrones de un eventual recorte del mandato presidencial resultan tan dramáticos ni tan relevantes. Pues, en la muy improbable hipótesis de que se llegara a ello, de lo que estaríamos hablando sería de adelantar las elecciones sólo en uno o muy pocos meses.
Podemos ya registrar, por lo tanto, en el haber de este régimen (gobierno y oposición) algunos logros de enorme trascendencia. En primer lugar, sus resultados macroeconómicos, que son los más evidentes. Y hay que agregar a ellos, entre varias otras cosas, el proceso de descentralización, con todos sus problemas y dificultades. E importantes iniciativas de concertación, como las mesas para la L ucha contra la Pobreza y el Acuerdo Nacional . Este acuerdo, pese a todos sus avatares, acaba de formular un Pacto de Mediano Plazo, cuya importancia se empieza a descubrir con diversas adhesiones, en primer lugar la de todas las organizaciones que integran el Consejo Nacional de Trabajo, que son fundamentales para hacer de este texto la piedra angular de un indispensable y urgente pacto social.
En el debe del quinquenio van quedando, como asignaturas pendientes, la recuperación de la confianza de los ciudadanos en las instituciones republicanas, la demostración fehaciente y convincente de que en la democracia no hay el menor espacio para la corrupción, la consolidación de una vida política basada en el ethos del servicio público y en la construcción de consensos. Todo ello, que es la sustancia misma de una transición democrática, debió cuajar en una Constitución para el siglo XXI.
L o que parece, en este año postrero, es que muy difícilmente el próximo gobierno y la próxima oposición, gane quien gane, tendrán mejores condiciones para asumir dichas tareas. L as tendencias autoritarias y los representantes de la corrupción parecen tener ahora más fuerza que al inicio de este quinquenio de gobierno. Y ello va a repercutir en las elecciones del próximo año. Nada autoriza a pronosticar que el próximo Congreso será más pulcro o tendrá un mejor desempeño.
Este horizonte próximo vuelve necesario fortalecer ahora los acuerdos concretos que no pudieron desplegarse, por falta de voluntad política de los partidos, en los meses inmediatamente anteriores a las elecciones del 2001. El Pacto de Mediano Plazo ha sido un paso adecuado en esa dirección. Otra medida muy positiva será el pacto de condiciones de decencia cívica y no agresión para las elecciones, iniciativa adelantada por el Acuerdo Nacional , el Jurado Nacional de Elecciones y la Asociación Civil Transparencia.
Fuente: La República
Fecha: Jueves 03 de Febrero de 2005