Por: Luis Solari de la Fuente. Ex primer ministro
La gestión del Estado está consustancialmente ligada al futuro que construye cada nación. Las líneas de carrera en la administración pública son importantes no solo por el componente funcional, sino especialmente para la conservación de la memoria histórica.
El tema del empleo público, cual carrera de tortugas, lleva en el Congreso más de seis años, habiéndose aprobado solo la Ley Marco del Empleo Público (28175) hace ya cuatro años. Hasta ahora –aunque usted no lo crea– no se ha constituido el “ente rector del empleo público” que dispone tal ley.
Por la relevancia del tema, hace unos días El Comercio publicó el informe “Se viene debate de la ley del empleo público” y el Acuerdo Nacional desarrolló un evento público, en el que participaron dos ministros de Estado. En este evento escuchamos todos –está grabado– a uno de estos altos funcionarios indicar que, debido a las múltiples actividades de los encargados, en la práctica nadie se está ocupando de la reforma del Estado, incluido el tema en debate. ¡Oh sorpresa!
El debate sobre la carrera pública debiera ‘desectorizarse’, es decir, no verlo aisladamente sino como un componente de la gestión pública, pilar esencial en la marcha de una nación. Asimismo, este tampoco debería separarse de los otros tres pilares para un país como el nuestro: planeamiento estratégico, descentralización económica y satisfacción de derechos sociales.
Por ejemplo, si vamos a generar sistemas de capacitación permanente para los trabajadores del Estado, ¿aquellos van a ser para un Estado pragmatista o para uno solidario y humanista? ¿Para qué futuro planeado vamos a desarrollar esas capacidades? ¿Formaremos para descentralización administrativa o para una económica solo minero-agroindustrial, o que incluya también asociatividad productiva masiva? ¿Queremos una gestión pública que muy rápidamente resuelva la insatisfacción de derechos sociales, o una que la resuelva progresiva y pacienzudamente? Es decir, no se norma un tema para que funcione mejor, sino por un por qué y un para qué; la funcionalidad debe ser más un medio que un fin. Por ello, para este tema es mejor usar visión estructural antes que tubular.
Cuidado con los que piensan que la reforma del Estado es solo para que funcione mejor, pues esa visión termina considerando piezas de maquinaria a las personas que trabajan en el Estado. Estos trabajadores necesitan desarrollo personal y familiar, necesitan capacitación y formación para mejor expresar sus potencialidades, necesitan una reducción de la brecha salarial entre los sectores público y privado.
En el quinquenio anterior, durante el debate del tema en el Congreso, se fue haciendo cada vez más evidente que quienes pensaban que podrían ser gobierno no aportarían los votos. Finalmente así fue. En todos los países cualquier nuevo gobierno lleva a gente de su partido a la administración pública, para la conducción. El problema surge si un partido considera que hacer política es también capturar partidariamente los espacios institucionales. Si esta fuera la visión de nuestros partidos, podría repetirse lo relatado y suceder nuevamente que los que hoy no son gobierno, y crean que lo pueden ser en el próximo quinquenio, comiencen a ‘amarrar’ el tema del empleo público ante la posibilidad que la administración pública quede ‘cerrada’ y plena de partidarios del gobierno actual.
Ante tal situación, qué se puede hacer. Primero, ‘desectorizar’ el debate del tema; segundo, reglamentar y aplicar las leyes promulgadas vinculadas a los cuatro pilares antes enunciados; tercero, hacer lo que puede inmediatamente ser hecho: que funcione el “ente rector del empleo público” dispuesto por la Ley 28175; activar la Escuela Superior de la Administración Pública para la capacitación y formación; que se establezcan los regímenes de bienestar social e incentivos que manda la citada ley.
Después del ‘vale todo’ de la LOPE, corren las apuestas sobre el resultado de la carrera de tortugas en el tema empleo público.
Fuente: El Comercio
Fecha: Lunes 7 de abril de 2008