A veces, no podemos escapar a la sensación de que la paz ha decidido abandonarnos
Por ErnestoVelit Granda. Analista Político
La propuesta hecha por el gobierno actual, de establecer un Pacto Social que, pese a su indefinición, vendría a ser una suerte de foro donde se reúnan quienes representan los sectores ligados a la producción (Estado, trabajadores, empresarios), amenaza con convertirse en una entelequia disociadora de los actores que pretende convocar, si no se entiende que el pacto debe ser el producto natural de la concertación política.
Los recientes conflictos –algunos que continúan– colocaron la gobernabilidad del país en un terreno peligrosamente pantanoso y enseñaron la impostergable necesidad de un llamado al compromiso nacional de las fuerzas políticas por parte del Gobierno. El presidente Alan García, con su afirmación de que la construcción institucional del país debería conocer la concurrencia de todos los grupos políticos, nacionales y regionales, para un trabajo común frente a los graves problemas irresueltos, tiene entonces la obligación de buscar que recuperar la confianza ciudadana precisamente para quienes no consiguen ser legítimamente sus depositarios.
Son varios los ejemplos que ofrece el escenario internacional sobre el éxito de la concertación política, cuando se entiende honestamente la dimensión de lo que debe reformarse. El resultado siempre es el mismo, con mayores o menores dificultades, se logra construir, a partir de un núcleo promotor, un proyecto colectivo que pone el destino nacional por encima de vocaciones secundarias, llamando a los responsables a plantear y respetar sus exigencias recogidas en el proyecto concertador.
La desorientación en las acciones de Gobierno, cada vez más visibles, hacen crecer las paradojas y multiplicar las incoherencias. Su resultado: luchas sociales, conflictos que enfrentan a quienes están obligados a coincidir y oportunidades desaprovechadas, en momentos, contradictoriamente, de los más propicios para avanzar.
Debió llamar el presidente García a los dirigentes de las organizaciones políticas representadas en el Congreso, y comprometerlos en un programa elaborado a partir de las coincidencias, así el Pacto Social vendría refrendado por todos.
Negociadas las condiciones de los acuerdos políticos y sociales, el éxito está poco menos que asegurado. Podríamos decir que el Acuerdo Nacional es el escenario natural para estas iniciativas, pero tememos que al incorporar estos acuerdos al ente nacional tengan el mismo destino que este, vale decir el desconocimiento de su existencia por el propio Gobierno.
El perfeccionamiento de los sistemas democráticos plantea exigencias cada vez mayores al quehacer político, sobre todo al incrementar el activismo cívico y al elevar la conciencia colectiva. A veces no podemos escapar a la sensación que la paz, la justicia y el derecho, hijos legítimos de la democracia, han decidido abandonarnos. Como si el Perú no fuera lugar para construir esperanzas.
Estamos seguros de que no existe nada más humano que el lenguaje, que para el pueblo resulta expresión vital, que son muchos los que quieren expresarse porque tienen algo que decir, que nuestra comunidad ve al Estado, a menudo, como un adversario autoritario y prepotente –las encuestas lo confirman– antes que como un actor social y político.
La idea del Pacto Social debe ser incorporada como correlato del acuerdo de concertación política. Uno es hijo del otro, juntos representan una fuerza incontenible en el camino de la justicia, el derecho y la libertad.
Fuente: El Comercio
Fecha: Martes 14 de agosto de 2007