En esta ocasión nadie ha saludado la voluntad popular. Muchos, incluido este columnista, se han dedicado a dar explicaciones más bien secas de la conducta colectiva mayoritaria. Otros han llegado al extremo de censurarla por negativa. Sin embargo era esa voluntad lo que el referendo buscaba, y que encontró, dos tercios contra uno.
Incluso muchos que alentaron el NO tomaron cierta distancia de ese resultado. Los partidarios del SI, al menos en Lima, no lo aplaudieron, en un implícito reproche por no haber ganado. Solo Lourdes Flores, entre los candidatos, tuvo el tino de saludar al referendo en cuanto tal, aun cuando el NO nada aporta a sus alforjas políticas.
La cosa es que la voluntad popular en un país aluvional es una medicina fuerte para el sistema político. A fines de los años 80 liquidó a los partidos y llenó la escena de efímeros independientes. A comienzos de los años 90 apoyó el autoritarismo y aceptó el neoliberalismo. Todo como una sucesión de hechos consumados, indiscutibles.
Casi no se dice que los resultados criticados en la política (los presidentes, los congresistas) son resultado de voluntades populares mayoritarias. Pero la censura viene implícita cuando a esa voluntad, como la muestran las encuestas, no se le permite decidir en las políticas del gobierno constituido.
En un sentido estricto, este gobierno y el próximo deberían construir la regionalización a partir del resultado de este referendo. Pero numerosos voceros anuncian que más adelante se buscará un resultado diferente. ¿Algún partido se atreverá a proponer una regionalización construida sobre el NO? Todavía no aparece.
Será penoso para el sistema político si esas mayorías se quedan con un NO cuestionado, y nadie que le dé un curso positivo. Las macrorregiones suenan como una buena idea, es cierto, pero el país ha logrado crecer con departamentos. Quizás se pueda encontrar una salida integracionista con sentido tecnocrático por ese lado.
Que una mayoría del pueblo quiere sus departamentos no debería sorprender como lo ha hecho. Después de todo son identidades de decenios, incluso de siglos, habitadas por una ciudadanía clave resistente a la migración, a la postergación, incluso al olvido. Quizás ese NO es mucho más sentimental de lo que pensamos.
Si hubiera dinero disponible, el país debería preguntarles a esos departamentos -los del NO y el del SI- qué es lo que quieren ahora. El Acuerdo Nacional lo hizo en su momento, y quizás podría volver a hacerlo, saliéndose del marco referencial de los partidos y los gremios. Total, la voluntad popular es una institución en sí misma.
Fuente: La República – OPINION
Fecha: Miércoles 02 de Noviembre de 2005