Max Hernández, cabeza del Acuerdo Nacional, advierte de las amenazas a los próximos años electorales.
Entrevista: Zenaida Solís
Hace unos días Ollanta Huamala llamó “cabrones” a Alan García y Alberto Fujimori. En la última semana, el Premier Javier Velásquez Quesquén alertó de la “violencia verbal” a la que echa mano la congresista nacionalista Yaneth Cajahuanca para azuzar a los agricultores cocaleros.
Son dos ejemplos de la degradación en el discurso político del país. Pero basta poner la oreja en algunas radios y diarios de provincias para comprobar que los límites den el debate político son traspasados en todo momento. Los que caen tales prácticas creen que cosechan votos en la tribuna, pero el último sondeo de Apoyo deja a los partidos políticos en el fondo de la desaprobación entre instituciones: apenas 13% de los encuestados confían en ellos.
El Acuerdo Nacional, pensado para modelar un país al largo plazo, debería ser la arena apropiada para limar esos excesos y encontrarse en consensos indispensables. Su secretario general, el psicoanalista Max Hernández, advierte de las consecuencias que pueden traer las agresiones verbales en los próximos procesos electorales.
¿Los epítetos de Humala podrían ser indicador de una estrategia exitosa para las próximas elecciones?
Yo no voy a decir que solo empleo palabras gratas a los oídos piadosos, pero creo que en el debate público, y en una sociedad postconflicto como la nuestra, debemos hacer el esfuerzo por evitar la violencia. El terrorismo y las violaciones de los DDHH han dejado como secuela una intolerancia al conflicto. Una parte de nuestra población que se siente frustrada, violentada por el statu quo, piensa que recurrir a expresiones de violencia es algo natural. Como sociedad necesitamos encontrar cauces de resolución de conflictos.
¿Cree que lo de “cabrón en una plaza cusqueña fue un impromptus o fue planificado para causar impacto?
No sé, porque son los medios los que se regodean en el espectáculo levantando un tema excesivo. Me temo podríamos tener un proceso electoral más sacudido de lo que es saludable para el país. Fernando Belaunde decía, “A veces las formas son el fondo”.
¿El Acuerdo Nacional podrá lograr consensos? Alguien lo ha calificado como un fantasma tomado por el gobierno.
El hecho de que estemos en una oficina del Consejo de Ministros da la impresión de que existe dependencia, pero no es así. Llamaría la atención de instituciones que podrían ayudar a dar más señal de independencia. Por ejemplo, si la CGTP persiste en no venir al AN porque plantea que esa es la mejor alternativa, no contribuye a darle a esta institución, que es responsabilidad de todos, la fuerza necesaria. Lo mismo que el Partido Nacionalista y el fujimorista.
¿Qué está logrando el Acuerdo Nacional?
Hemos logrado que el foro perdure a través de un cambio de gobierno, y esto habla de la continuidad de las políticas de Estado. También una serie de esfuerzos con buenos resultados a nivel de las regiones.
Según la Defensoría tenemos 272 conflictos. ¿Somos una sociedad en crisis?
A veces no nos damos cuenta de cosas sumamente interesantes. El Perú logró en el 2001 capear una profundísima crisis y lo hizo sin derramamiento de sangre. Logramos crear una Comisión de la Verdad, cuyo informe obviamente es discutido, pero mucho de lo que ha dicho ha calado profundamente en el ánimo de la gente. El Perú es pluralísimo, en un momento estaba en el gobierno el vicepresidente Giampietri y al mismo tiempo Yehude Simon. Eso significa que el Perú está convergiendo.
Pero tenemos una profunda decepción de las instituciones y de los políticos.
Hablamos como si el Perú tuviera el copyright de todos los vicios. Los peruanos nos autoflagelamos inmisericordemente. Se enseña en el colegio que fueron 12 españoles de la isla del Gallo que llegaron a Cajamarca, derrotaron al ejército Inca, fueron al Cusco para saquearlo y luego fundaron Lima. Eran 12 canallas que siguen siendo españoles aunque hayan dejado sus huesos en el Perú. De Túpac Amaru no se nos habló de la gesta, solo del descuartizamiento. De la Independencia, que nos la regalaron los argentinos, chilenos, los gran colombianos, que no pelearon los peruanos. Que en la guerra con Chile no hubo sino entrega. ¿Y el enorme heroísmo? Que no hay pensadores, pero están Riva Agüero, García Calderón, Víctor Andrés Belaunde, Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui, pensadores de la talla continental en un país bastante complicado y difícil como es el nuestro. Yo digo pues, nuestro orgullo no solo se puede basar en el cebiche, con todo lo que me gusta.
Fuente: Revista CARETAS
Fecha: Jueves 15 de octubre de 2009